
“¿Y hoy estuve en tu cabeza?” preguntaba ella a Federico muchas veces. De alguna forma reclamaba así al propietario de la casa de 134 y 2 y eso lo alumbraba.
«Como el zumbido de las abejas del patio, su golpeteo, me está taladrando la cabeza desde entonces».
«La llave inglesa, el tacho de pintura negro y el tacho de pintura blanca. Son las tres fantasías que el chirrido del portón de entrada del vecino de la casa que hace esquina con la 135 me genera», se lee en la mente de Federico.

«La llave inglesa es muy pesada y dañina. La tengo conmigo desde hace décadas, hasta creo que viene desde mis veintitantos».
«No recuerdo haber tenido conmigo una herramienta tan fácilmente manipulable y a la vez tan pesada. No le apunto en mis fantasías a su rostro, sino que ese portón de entrada es el objeto de mi violencia».
«Lo destrozo. Toco el timbre, no me atiende como tantas veces y le sacudo la puerta, uno, dos, diez golpes furiosos que hacen trizas la cubierta plástica protectora y calan en lo profundo de la madera».
«Y le pego también al picaporte y a la cerradura. El primero cede, la cerradura se quiebra en su parte frontal. Ello ocupa hoy mi mente, pero claro que te pienso, pienso que no me piensas y trato de abandonar tu imagen, tu hermosura imperfecta».
«Y claro que estuviste, y ahí seguís, no te encontré hoy ni muy linda, ni muy fea, ni muy sexy, ni muy asexuada….»
«Te vi mía, te vi fantástica».
Los Redonditos de Ricota, «Ella es tan linda», 1988
«Ella, de Cuzco a la Carmencita», Alejandro Puga, 2025
Capítulo 8: La llave inglesa
Capítulo 7: Ella cerraba las hojas de madera de la ventana
Capítulo 6: Las formas del amor
Capítulo 5: La Denuncia
Capítulo 4: Cambio de Rumbo
Capítulo 3: En Avenida 2 y Paseo 134
Capítulo 2: El Cuzquito
Capítulo N° 1: El escenario
